miércoles, 8 de septiembre de 2021

Tómbola, de Carlos Eduardo Silva

“¿Qué sabe la madera del mar que no se hunde?”


- Rubén Ramos


Sobre la arena despido píldoras de sangre

y los cangrejos hacen esferas con mi nombre.

El mar se interrumpe y yo no entiendo por qué.

¿Qué sabrá el agua sobre sí que intenta multiplicarse

en esta playa que a lo largo de la costa se divide?

Corren, entonces, mis tripas como bolas de nieve

que los niños se lanzan entre sí

y la distancia dibuja su calendario en la huella de la marea;

pero la marea no tiene consciencia del tiempo

y hace del olvido su caligrafía.

Siguen viajando mis nombres cuesta abajo bajo el sol.

Se abren paso en el entierro constante de la arena

y luchan contra el viento para cantar sus vidas.

Ninguno parece saber nada sobre el mar:

una vez la marea les extiende su abrazo

alcanzan, por su propio peso, la rigidez del pasado.

martes, 10 de agosto de 2021

Entereza, de Carlos Eduardo Silva

Estamos

en una realidad muy cruda

y no entendemos

que el tiempo no perdona

a quienes lo retan.

Seguimos creyendo

que la inmediatez

es un antídoto para todo.

Luego nos jactamos de decir

que el tiempo cura las heridas.

Entonces deberíamos creer 

que cura muchas cosas más

y que acumularnos nosotros mismos

mientras pasan las nubes

puede servir de algo.

Quizás para que cuando finalmente

nos enfrentemos a esta crudeza

estemos

por primera vez en mucho

completos.

sábado, 24 de julio de 2021

"Comprimir", de Carlos Eduardo Silva


De regreso

sobre la almohada,

los violines se expanden

como bola que se acerca

a romperte la nariz.


Se rasgan

las paredes

y la humedad tiene consigo

olor a soga que no parte.


Sobre la perilla

cuelgan

miles de manos que se recogen

en una sola huella de aceite.


Aumentan

el volumen

los violines.


La bola

te pega

en la cara.


Tienes que dormirte como quiera.


La noche barre bajo su alfombra

la ceniza de tu día.

domingo, 6 de diciembre de 2020

Blind spots, de Carlos Eduardo Silva

 En los pedales de aquella bicicleta

dejé rincones sin descubrir,

sonrisas que nunca devolví

y destellos de estrellas que quise abandonar.


Cuando giran sus cintas en mi cabeza,

simulan luces cruzando ventanas;

recortan a cierta conveniencia

los robles arrojando al suelo su llanto

para esconder el verdadero tamaño del barrio.


La piedra que nunca pudimos sacar

de la esquina dos calles más abajo

es gato negro pisando, suave, las persianas.


El tiro que me ofrecieron

en forma de diamante

enmoheció en la piscina que puso mi abuela.


Todavía me caigo bajando por la cuesta prohibida.

Resucito sin mi piel cuando asomo la cabeza.


martes, 24 de diciembre de 2019

Navidades de siglo XXI - Remastered

I

Navidad para mí
fue atravesar San Juan
a las once de la noche en el Corolla
de mi mejor amigo
con mi otro mejor amigo.
Fue buscar a su novia en el carajo
y que ella nos guiara por el carajo
para llegar a algún sitio
lleno de esas lucecitas de siempre.

Fue bajarnos una jarra gigante de sangría,
que nos regalaran tapas que no pedimos
y un maldeamores en bandeja de plata.

Volver del carajo.

Buscar al pana en P.F. Chang’s en su carro,
llevarlo al apartamento a cambiarse.
Salir a la una de la mañana y dar vueltas
por toda la metro
escuchando canciones
del reggaetón de segunda década.

Ir a cien, reírnos
de la más mínima estupidez,
seguir dando vueltas, llegar al
Viejo San Juan,
no encontrar nada que satisfaga la activaera.

Terminar en el apartment
comiendo dulces

y jugando Call of Duty.


V

Con dinero ajeno en el bolsillo
y falsas esperanzas
me monté en la guagua
para jugar PlayStation
en casa de mis primos.

A coger pelas en 2k
e intentar dar yo alguna.

Vi How I Met Your Mother,
me lo había perdido los últimos tres lunes.

Esperamos hasta las doce y pico
para ir a Sears
y vaciar 
la plástica.

Sí, era la venta del desvelado
y “necesitábamos” un televisor.

Había demasiada gente
bloqueando la puerta de al frente,
gritando: “¡Ábreme hijo ‘e la gran puta, llevo
cinco horas aquí!”
y cosas de esa índole.

Qué remedio, nos fuimos a dormir.



No.



Abrieron el primer piso,
según mi primo menor.

Viré.

Llegamos a Brand Central, nos colamos
legalmente.

Escuché dos o tres “puñeta” más
de camino a los televisores.

Me cagué dos o tres veces.

La gente seguía dando cantazos
en las puertas principales,
amenazaban a los cajeros.

Todas las filas parecían estúpidamente largas.

Ignorando el revolú y asumiendo
que no quedaba nada,
hicimos fila corta para un raincheck...

(mi primo y yo cogimos turnos para visitar
a los desesperados
en la puerta)

Una media hora de incertidumbre después:
“sí, me queda ese modelo”.

Plástica vacía,

4:30 AM, un destornillador viejo de mi abuelo

y la radio:

“Llegó la Navidad... ♪


VII

Que se te explote una goma
de camino a una parranda
con tus primos
en la carretera más oscura de camino a Peñuelas,
eso es Navidad.
No saber qué hacer por un rato
hasta recordar
que lo único que hay que hacer
es ponerle la repuesta.

Agradecer inmensamente que,
contrario a tantos carros guiados,
este tiene la repuesta,
el gato,
la llave
y la otra llave
pa’ levantar el gato.

Está demasiado oscuro
pero hay un app para eso.

Poner la goma a oscuras
como buenos #MachosQueSeRespetan, llegar al sitio
lleno de grasa, sudado y con tierra
en los pantalones 
y
los zapatos,
pero con las mismas ganas
de sacar la guitarra.

Eso es Navidad.


VIII

La Navidad fue, en algún momento,
los Carmelo 1.5
que me compró papi;
el jersey de Carmelo, la gorra
de Carmelo
y los pantalones de Carmelo.

La Navidad fue, en algún momento,
el azul cielo de aquellos tenis
y el olor que salía de su caja-
el olor
más increíble del mundo.

Fue Navidad ponérmelos al momento
un 25 en la mañana
y salir en bicicleta,
seguirlo por las calles de Ponce
hasta casa de mi abuela
con el pisar más nuevo y más firme
que jamás haya dado:
el pisar de mis primeros Jordan.

Navidad fue el jacket de Carmelo
que me compró mi abuela
para combinarlo con mis tenis.
Navidad fueron esos tenis:
el jacket, el jersey, el pantalón, la gorra…

Navidad fue el primer juego
que jugué con ellos.

En algún momento de mi vida
la Navidad fue exclusivamente
el azul de los Nuggets de Denver,
y era solamente
del azul de Denver,
pero ya no;
en algún momento,
a Carmelo
lo cambiaron
a New York.

martes, 24 de septiembre de 2019

"Pa'l mundo", un poema de Carlos Eduardo Silva


En el fondo de la persiana
me miran dos perros
que no me atrevo a nombrar.
Cargan en sus dientes alambres
para recoger mis dedos
y evitar que se pierdan en el camino.

"Pestañas sueltas", un poema de Carlos Eduardo Silva


Una sola verdad:
la mirada.
Llega de ningún lado
porque tiene augurios de látex,
de armaduras inservibles
para el dolor de las flechas,
permanentes garras de verdura.
Cargo contigo certezas,
accidentes que aceptamos en el beso.